MARCANDO GOLPES SE APRENDE A GANAR
Por Mercedes Rodríguez García
Pese al júbilo y la alegría popular reinantes entre mis coterráneos recuerdo cierto sabor amargo que no me dejaba disfrutar en plenitud la condición de Provincia Destacada. ¿Qué sucedía que no alcanzábamos durante seis años continuos la sede del acto nacional por el 26 de Julio? ¿Por qué se nos escapaba una y otra vez entre las manos? Eran mis interrogantes de ocasión.
Villaclareña de pura sepa y conocedora de todas las capitales provinciales de la tierra más hermosa que ojos humanos vieran, sentía cierta desazón cada vez que en la fraternal competencia aparecíamos entre los primeros cuando —a mi juicio— éramos el primero. ¿Apasionamiento? Tal vez. Como cubana al fin no puedo sustraerme a ese sentimiento partidario y afectivo que nos hace únicos, lo mismo en política que en pelota.
¿Entonces…? Nada. Nos llegó la hora. ¡Y en qué momento! Porque es en tiempos difíciles cuando se prueban —y comprueban— los verdaderos luchadores. Y sin duda, Villa Clara clasifica entre ellos. Más que por el nocaut de ocasión, por los golpes precisos y constantes, patentes en el ring año tras año.
Así que bienvenido el título de Mejor Provincia en 2010. ¡Y van cuatro! desde aquel 1965 cuando por primera vez la efeméride tuvo lugar fuera de La Habana y Santiago de Cuba. Cursaba yo la secundaria básica y no olvidaré el jubileo ni la concentración de más de 500 mil villareños presididos por Fidel.
¿Qué si esperaba la sede? A fuerza de ser sincera, no. Además, nunca antes se dio a conocer el resultado con tanta antelación. ¿Desconcierto? ¡Jamás! Se trata de un estado que transita entre la sorpresa y el estupor. ¿Alegría? ¡Exacto! Pero también cierta desazón originada en la impertinencia —también muy cubana— de valorar más lo de otros que lo propio… ¡No, no, no! Tampoco eso de que en el país de los tuertos el ciego es rey. ¡Dichosa manía criolla de extrapolar situaciones!
Cada territorio posee sus características, incluso, determinadas por factores climáticos y demográficos. Afianzar el presupuesto de que si nosotros somos los mejores cómo estarán los demás, no ayuda. Me consta porque conozco Cuba de Oriente a Occidente —y eso ya lo dije— la profesionalidad, capacidad y responsabilidad, instrucción, educación y cultura de los villaclareños. Si no, cómo explicar 12 años en la vanguardia de la emulación por el Día de la Rebeldía Nacional.
Claro, siempre existirán aquellos que del fruto solo verán la cáscara, sencillamente porque no quieren emprender el viaje a la semilla.Pero esos no me preocupan, sino los otros, los que no pueden ver la simiente porque solo les interesa la corteza que vislumbra la pulpa.
Pienso que en sentido general hemos padecido el desarraigo propio del cosmopolitismo, donde el predominio de lo contingente impide ver el valor de las heroicidades cotidianas. Y también, del síndrome de la hormiguita negra del Corán, que cada noche un poco, por un tronco oscuro, sube, sube, sube… Nadie la ve, ¡pero llega! En tal sentido los invito a reflexionar, porque también, como dice Gabriel García Márquez, «no vasta con ser buenos, hay que gritarlo». ¿Lo perfecto?: Una simbiosis oportuna entre la denuncia pública de lo mal hecho y la divulgación de los éxitos.
No malgastaré el espacio con una relación de logros, que en cifras existen, suman y pesan, aunque no más que las insatisfacciones. Tampoco derrocharé párrafos en explicaciones alusivas a la crisis económica y financiera global y lo mucho que nos afecta, o al dilatado bloqueo yanqui y sus consecuencias sobre sectores básicos o extremadamente sensibles para la población.
Sin embargo estimo oportuno no concluir sin antes referirme a la palabra clave, al término que responde a los porqués sin detenerse en los por cuántos: Estabilidad. Sinónimo de permanencia, duración en el tiempo; firmeza, seguridad en el espacio. Y eso dice mucho y lo estimo preferible a los ascensos que dan paso a bruscas caídas, y que en plano de la economía y las finanzas resultan catastróficos.
Las personas que por su carácter y naturaleza catalogan como estables, son de algún modo predecibles y, a la larga, triunfan en sus propósitos, por lo que rinden más en el trabajo. Dotadas casi siempre de paciencia y perseverancia suelen alcanzar objetivos superiores. De modo que otras, mucho más talentosas pero itinerantes, consiguen objetivos a medias. Lo mismo sucede con un enfermo que del estado grave pasa a la estabilidad. O con los alcohólicos y drogadictos, que de la euforia caen en la depresión.
Dejado atrás el asombro, de frente a la realidad, sin vanaglorias ni eufemismos, aquí estamos los villaclareños. Al menos yo, contenta por el reconocimiento al terruño, pero muy convencida de que la Sede no puede constituir puro asunto de emulación ni tema de unas semanas previas al 26.
Fidel nos caracterizó una vez como «vencedores de dificultades y obstáculos». Me siento estable, pero inconforme, convencida de que marcando golpes se aprende a ganar. Ya no me planteo las mismas interrogantes, aunque estoy llena de preguntas sin respuestas y de respuestas sin que me hayan hecho preguntas. Nada se nos escapó de entre las manos: ¡madurábamos, trabajábamos, soñábamos!
Con la filosofía de la hormiguita y algo de la reflexión del Gabo, trato ahora de encarar los tiempos que me han tocado. Sin que lo contingente me impida admirar los detalles de la vida en esta provincia apresurada de amores y desvelos, encantadoramente anciana saludable, con su diva capital de Caridad, Parque y Mejunje; agradecida de Marta, honrada por el Che, inevitablemente aurada de naranja y ansiosa siempre de un traje rojinegro.
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