«Acampando» junto con Zelaya: el asedio desde dentro.
Edgard Garrido, fotógrafo de la agencia Reuters, fue uno de los pocos reporteros que consiguieron entrar en la legación de Brasil en Honduras. Autor de foto de Zelaya durmiendo con su sombrero de cowboy blanco sobre la cara, refiere estar cansado de pernoctar en el suelo, con los nervios a flor de piel debido a la labor de intimidación de las tropas en el exterior de la Embajada.
(...) Desde hace dos semanas, duermo a pocos metros del lugar donde el derrocado presidente de Honduras, Manuel Zelaya, espera volver al poder. Como fotógrafo en Honduras de la agencia Reuters, fui uno de los pocos reporteros que consiguieron entrar en la Embajada de Brasil cuando Zelaya se refugió en ella al regresar del exilio.
(...)Todo comenzó con un corto despacho de agencia anunciando la vuelta de Zelaya. Besé a mi mujer y a mi hijo y salí tan rápido que incluso olvidé ponerme los calcetines. «¡Adiós, nos vemos pronto!», dije, sin saber lo que me esperaba.
Tras seguir un falso rumor de que se hallaba en la sede de la ONU, un grupo de seguidores suyos y de reporteros nos dirigimos a la Embajada de Brasil, un modesto edificio de dos plantas. Allí me dijeron que Zelaya estaba en la habitación de al lado. La gente que entraba y salía de ella lo confirmaba, pero tenía que verle. Una puerta se abrió y allí estaba. Saqué dos fotos y envié mi primer despacho.
Zelaya optó por acampar allí en la legación. Sus simpatizantes lo celebraron y durmieron afuera. Con el suelo de cemento como colchón y una mochila como almohada, la primera noche no pude dormir entre los gritos y los cánticos. (...) Me dormí prácticamente con el dedo en el disparador de la cámara ante lo que parecía ser una inminente intervención, preparado para protegerme, preparado para sacar fotos.
Tras dos días en la Embajada, no había comida, ni teléfono, ni baño, ni ropa limpia. Durante la noche, los soldados golpeaban sus escudos antidisturbios. Aquello se convirtió en una guerra de nervios. Las piedras impactaban en el tejado mientras se oía el Himno Nacional hondureño desde un equipo de sonido. (...) Luego, la presión se suavizó y recibí ropa limpia, un colchón hinchable y comida de mis colegas en el exterior, aunque parte del paquete se lo comió el policía que prometió pasármelo.
Zelaya se enteró de que la foto que le tomé durmiendo había sido publicada en todo el mundo, y me convocó. Me felicitó, pero se mostró en desacuerdo sobre cómo altos dirigentes públicos pueden fotografiarse, y dudó del valor documental de la imagen.
Ahora nos entregan comida enviada por amigos. A partir de una copa de plástico me he fabricado una cuchara, y pago a un partidario de Zelaya para que me lave la ropa. Los simpatizantes del Presidente se comen todo lo que envía la ONU. Zelaya come su propia comida y yo, la comida de Reuters. Al final del día, hablo por teléfono con mi mujer. Me dice: «Nuestro hijo está bien, te veremos pronto».
Fuente: Reuters/elPeriodico.com
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