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LA TECLA CON CAFÉ

Los dioses que Cuba envió a Nicaragua

Por Mercedes Rodríguez García

Uno más a la larga lista de lauros periodísticos de Alicia Elizundia Ramírez. Se trata del Premio Iberoamericano de Ética Elena Gil, convocado por el Centro Félix Varela, y adjudicado al libro de testimonios No somos dioses, fruto de su misión internacionalista a Nicaragua.

Presentado al público en varias oportunidades, y  vendido con bastante éxito editorial, por sus páginas transitan  hermosos e impactantes testimonios de integrantes de la brigada médica cubana, arribada a tierra nica el 21 de noviembre de 1998, tres semanas después de los azotes del huracán Micht.

Aunque el título niegue la condición de dioses, de hecho estos hombres y mujeres ratifican con su actitud la acepción que da el petit Laurousse a ese sustantivo: “Seres supremos y conservadores del Universo”.

¿Acaso podría desmentirse que descendieron del cielo y llevaron consigo la salvación; que fueron adorados porque apartaron la muerte de las aguas y el fango y separaron la luz de las tinieblas; porque sembraron amor, confianza y verdad; porque gracias a ellos renació un bosque de esperanza?

Para que el lector no se pierda en lo puramente anecdótico, la autora sitúa datos estadísticos y ofrece detalles de la geografía e historia de ese país centroamericano, dosificados, sin provocar la fatiga que producen los números en retahíla, la sobresaturación de fechas, los nombres y las citas injustificadas.

Alicia describe al margen la pincelada impresionista. Necesita narrar la para convencer a quien lee. Por ejemplo, en la historia de Marina una mujer a quien de niña le atacó la poliomielitis. Pese a su deplorable estado físico barre, limpia, lava y plancha desplazándose sobre el suelo inundado en agua.

Bastante y diverso los productos comunicativos en forma de libro salidos de la pluma de colegas de toda la isla. Se le ocurrió a Fidel, y encontró respuesta de manera inmediata.

En el caso de Alicia, al faltarle los imprescindibles efectos de la radio, —en la cual ha echado pie desde su graduación en la Universidad de La Habana—, no quedó más remedio que, al margen de algunas normas de redacción y estilo, asirse al lenguaje coloquial popular por tal de mantener la dramaturgia intrínseca del relato, y, de ese modo, suplir lo que en sonidos le resultaría ¿más fácil? de decir.

Insatisfecha del resultado de un primer momento testimonial, la sensible profesional regresa a la patria de Sandino, luego de la retirada del personal cubano de Salud. Con el mismo ánimo y acuciosidad  recorre de nuevo parajes, caseríos y comunidades.
En 163 páginas se resume la faena periodística de un año dividido en dos jornadas. El texto fue terminado con prisa, urgía a la editorial, y puso a correr a su autora. En él se anuncia sin estrépito, dice y convence, y puede seducir a un trago de lectura en el trayecto, en la guardia, en la estresada vigilia.

Libro escrito por mujer, huele a mujer de punta a cabo. Existen sutilezas, matices, colores, temblores, lágrimas, sudores, exiguas alegrías, y abundante dolor. El veredicto final se los dejo a ustedes.
 

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