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LA TECLA CON CAFÉ

Aznavour: grabando y cenando en Cuba


lunes, 01 de octubre de 2018
8:10:39 p.m.

En octubre de 2006 el cantante y compositor francés Charles Aznavour vino a Cuba a grabar con el Maestro Chucho Valdés un disco romántico que fusiona su voz cálida con el sabor de los ritmos de esta isla caribeña. Tenía 82 años. Lamentablemente no ofreció conciertos. La prensa nacional no publicó nunca la esperada entrevista, pero reprodujo parte de las declaraciones que el cantautor hiciera a la AFP.

"Entre Chucho y yo la relación fue perfecta desde el mismo momento en que nos reunimos en Francia”, señaló en conferencia de prensa en el Hotel Nacional, que lo nombró Huésped Ilustre y le entregó el Bastón de la Fidelidad, reservado para sus más distinguidos huéspedes.

  

El disco, “se terminará rápidamente”, manifestó Aznavour, e incluye 12 canciones que definió como “duras”.

“Son canciones a la vida, a la muerte, a los sentimientos, al amor”, dijo por su parte el vicepresidente del Instituto Cubano de la Música, Orlando Vistel, quien calificó la visita de Aznavour como “una de las noticias más agradables que hemos tenido en los últimos años”.

Chucho, ganador de cinco premios Grammy, no asistió a la conferencia de prensa —estaba en Roma recibiendo el título honorífico de Embajador de Buena Voluntad de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación—, pero dejó sus impresiones sobre el proyecto en un mensaje grabado.

“Pienso que ha sido un trabajo excelente, uno de los mejores en que he participado”, afirmó Valdés, tras considerar al francés “uno de los grandes artistas universales”.

El director ejecutivo del proyecto, el argentino Jorge Romero, declaró a la AFP que con los temas del disco se preparará una próxima gira de Aznavour por América Latina, que será “algo así como la despedida” de su público latinoamericano.

Aznavour y Chucho: grabando

A la siguiente semana Aznavour comenzó con Chucho la grabación. 

“Es un ídolo en Europa y también en América Latina y yo conocía muy bien su música, porque siempre me gustó su trabajo”, destacó el compositor cubano, durante una pausa en los ensayos.

Chucho hizo los arreglos del disco, que fue grabado en los estudios Abdala.


“Son canciones nuevas, lindas, bellísimas, que llevan el mismo estilo de Aznavour a un toque latino, cubano”, comentó Valdés.

Aznavour, de origen armenio y cuyo verdadero nombre es Aznavourian, grabó en 1999 con otro músico cubano, el mítico Compay Segundo (Francisco Repilado, ya fallecido), el tema Morir de amor para el disco Duetos.

 

Morir de amor unió las voces de estos dos grandes del pentagrama internacional para siempre y abrió las puertas para que otros artistas de la Isla colaboraran con el intérprete de La Bohéme y Venecia sin ti. 

El sencillo, que además cuenta con la participación de Hugo Garzón, fue incluido en los álbumes Calle Salud y Duetos de Compay Segundo. Este último también lo conforman canciones como Fidelidad junto a Silvio Rodríguez, Lágrimas negras con Cesária Évora, y Macusa junto a Pablo Milanés. 

Charles y Amaury: cenando 

De la vista de Charls Aznavour en 2006 a Cuba son varias las anécdotas. 

Amaury Pérez en una crónica publicada por el portal Cubadebate, recuerda que Silvio Rodríguez, la flautista Niurka González, José María Vitier y las artistas de la plástica, Silvia Rodríguez Rivero y Zaida del Río (ZDR), él y su esposa Petí fueron invitados a cenar con Charles Aznavour un día antes de que este partiera de Cuba. 

La tituló Cenando con Aznavour, pero en la que se roba el show la excéntrica e “ilustrada, querida y admirada amiga”, Zaida del Río.


Aquí se las dejo con algunos retoques de estilo:

(…) Participamos de una breve conversación con la distinguida figura a la que todos admiramos, traductora de por medio, pues Aznavour no habla prácticamente el castellano ni nosotros francés y eso dificultaba el diálogo. Cada quien le fue contando las experiencias vividas cuando escuchábamos sus canciones y él, que es un hombre muy serio y de seguro acostumbrado a los halagos, se mostró reservado y, a mi parecer, distante al igual que quienes le acompañaban: su representante, también de origen franco-armenio, y los de su casa disquera.

ZDR se enfrascó, cuando la cena estaba a punto de finalizar, en una extravagante y divertida disertación sobre sus estadías en París y sus paseos por los barrios marginales de la urbe europea, y cuando Silvio le comentó a Aznavour sobre la riqueza musical que subyace en los metros de la capital francesa, ZDR saltó airada:

—¡Ay Silvio, Charly (porque ya a esa hora para la pintora Aznavour era Charly y no Charles) ni siquiera conoce el metro de París. ¡Él va por arriba, por la rue, sobre los puentes, en su Mercedes Benz!

Más tarde Silvio le contó a Aznavour sobre el talento musical incomprendido y poco valorado de Sudamérica. ZDR arremetió:

—¡Bah!!!… Silvio, de Venezuela pa’ abajo to’ es tristeza!

Todos nos quedamos con la boca abierta ante tan despeinada afirmación. La traductora no lograba convencerse a sí misma de trasladar al francés lo que escuchaba y yo, de maldito, le insistía entusiasmado en que sí lo hiciera. La cara de Aznavour mostraba signos de desconcierto y desgana.

Aproveché entonces el momento para alcanzarle unos DVDs suyos que atesoro para que me los autografiara y así aligerar lo que ocurría. ZDR vio que había uno filmado en Nueva York, en el Carnegie Hall para ser preciso, y mirando orgullosa a Aznavour le largó: 

—Yo también he estado en Nueva York, Charly, y cuando me paré en Times Square en medio de nuestro “Período Especial” y vi la cantidad de luces me dije, parafraseando una línea de la canción Sigüaraya: “¡Por eso el capitalismo no se pue’ tumbá”!

La traductora se negó rotundamente a trasladar esto último y ZDR, desesperada por llamar la atención del autor de Venecia sin ti a como diera lugar, se puso de pie y comenzó a ejecutar una tabla de Tai Chi que disfrutamos alucinados. Una vez que llegó junto a Aznavour sofocada por las maromas, ante la postura impertérrita y hermética del Maestro, le preguntó:

—Charly, ¿me rajo?

Y sin esperar respuesta alguna se dejó caer en el suelo, en split, extendiendo sus piernas, una hacía adelante y la otra hacia atrás, con una flexibilidad que cualquier gimnasta quinceañera quisiera para sí. A mí me dio un ataque de risa enloquecido e indigesto que me hizo olvidar ante quién estaba. Los demás invitados se sumaron a la carcajada provocada por la excentricidad de nuestra ilustrada, querida y admirada amiga.

Charles Aznavour, todo un caballero, cortésmente dio por terminada la cena y se marchó escrupuloso, aunque probablemente despavorido.

Su “¿Me rajo, Charly?” ha quedado como una contraseña privada cuando cualquiera de nosotros se encuentra ante una vana interrogante.

(Fuente: AFP/Cubadebate)

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