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LA TECLA CON CAFÉ

Perú y las no tan imprevisibles avalanchas e inundaciones

Perú y las no tan imprevisibles avalanchas e inundaciones

martes, 28 de marzo de 2017
5:23:25 p.m.
 

Los peligros no han de verse cuando se les tiene encima,
sino cuando se les puede evitar.”
José Martí 

“En medio de avalanchas e inundaciones, Perú se enfrenta a décadas de desarrollo irregular”, es el título de un artículo escrito por Ernesto Ráez Luna*, y publicado este 20 de marzo en la edición web de The New York Times (NYT).

En el mismo Raéz descubre con intensidad la tragedia peruana actual,  y expone como “pese a experimentar más de una década de crecimiento económico sostenido”,  la nación incaica “no ha logrado operar la alquimia social de pasar de la cantidad a la calidad”, y continúa desprevenida para “capear su propia variabilidad climática”, más vulnerable y bajo mayor riesgo climático que en el pasado”.

Describe NYT como “quebradas inactivas durante medio siglo han reanudado sus flujos y avalanchas de lodo —denominadas localmente huaycos—, y descienden imparables de las montañas, arrasando campos de cultivo, criaderos de animales y viviendas, carreteras, personas y mercancías”.

Acompañado de imágenes elocuentes, informa asimismo que hasta el sábado 18 de marzo había casi 100 mil damnificados directos, más de 600 mil personas y 134.000 viviendas afectadas, 75 muertos y 20 desaparecidos.

“Las principales concentraciones humanas del país, ciudades costeras establecidas en valles desérticos como la capital, Lima (en el centro); Piura, Trujillo y Chiclayo (en el norte) y Huarmey, al norte de Lima, han sido duramente golpeadas”, enumera. 

“A mediados de la semana pasada —analiza— el río Rímac, que atraviesa Lima, y un afluente, el Huaycoloro, se desbordaron. Simultáneamente, una serie de tormentas se abatieron sobre las ciudades de la costa norte. Las redes sociales y los noticieros difundieron escenas de puentes destruidos, gente varada en la orilla equivocada, vecindarios sumidos en el lodo y heroicos esfuerzos de rescate”.

En realidad el estado de emergencia en una u otra parte del país es casi cotidiano en el Perú. A fines de 2016, a solo a tres meses de iniciar su gobierno, el presidente Pedro Pablo Kuczynski debió enfrentar una sequía prolongada en la costa norte, que impedía iniciar la campaña de cultivo de arroz, el principal alimento energético de los peruanos. La sequía propició también una docena de incendios forestales en el norte, que afectaron cinco áreas naturales protegidas”, recuerda y continúa argumentando:

“El país ya venía de experimentar incendios generalizados en la Amazonía entre junio y septiembre. Estos fueron precedidos por varios meses de alerta climática durante el verano 2015-2016, cuando la sospecha de un Niño en ciernes llevó al Presidente anterior, Ollanta Humala, a destinar tres mil millones de soles (casi mil millones de dólares) para labores preventivas”.

Cada tres a ocho años, con recurrencia previsible pero impredecible —sigue razonando el articulista—, el ciclo se intensifica, y entonces se da un “Niño” con grandes lluvias que a veces se convierten en diluvios. En la historia reciente, hemos tenido eventos extremos, o Meganiños, en 1877, 1891, 1925, 1983 y 1998. El fenómeno no está conectado de ninguna manera evidente con el cambio climático, pero probablemente seguirá ocurriendo junto con el calentamiento global, que haría más intensos y frecuentes los eventos climáticos extremos.

“El Niño de este verano todavía está muy lejos de provocar los perjuicios de un Meganiño. El último, en 1998, produjo más de 372 mil damnificados en la costa y la selva del país. Sin embargo, este Niño y las lluvias estacionales en los Andes ya pusieron al borde del colapso a las principales ciudades peruanas”. En otras palabras —digo yo— si no se toman medidas urgentes y de todo tipo, los desastres serán peores, humana y materialmente.

  

“Pese a experimentar más de una década de crecimiento económico sostenido, Perú no ha logrado operar la alquimia social de pasar de la cantidad a la calidad, y sigue sin estar preparado para capear su propia variabilidad climática. Hoy se encuentra más vulnerable y bajo mayor riesgo climático que en el pasado”, afirma, y concluye:

El presidente peruano “ya anunció un fondo de reconstrucción de 2500 millones de soles, que, sin embargo, solo debería ser el comienzo de una tarea enorme y sostenida. Ante la crisis urgen voluntades coherentes y de largo aliento que será necesario movilizar para una reconstrucción fundamental, que no consista, otra vez, en salir del paso”.

La ayuda humanitaria no reducirá ni riesgos ni desastres 

Ante los devastadores estragos de "El Niño costero" Perú dispuso la apertura de cuentas bancarias en las representaciones nacionales alrededor del mundo para ayudar a los compatriotas afectados, y la Cruz Roja Peruana habilitó una página web de recaudación de fondos que ya superó los 200.000 dólares. 

El gobierno venezolano llevó a los damnificados 17 toneladas de alimentos, medicinas y otros artículos y el próximo domingo arribará otro avión con 66 toneladas de alimentos no perecederos. También han dispuesto su ayuda humanitaria a Perú países como, Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Paraguay, Ecuador, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Canadá,  Estados Unidos,  Japón, China, Corea del Sur, y Alemania, y la Unión Europea.

Para asistir a la población peruana afectada, Cuba tiene lista una brigada médica especializada en la asistencia en situaciones de desastre y epidemias, perteneciente al contingente internacional Henry Reeve.

Disponible para viajar en el momento que las autoridades peruanas autoricen su recibimiento, la brigada la integran 11 médicos, diez licenciados, un administrativo y un médico-jefe, dotados cada uno de dos bolsos con medicamentos y material que permitirá atender a las miles de personas afectadas. 

Cuba constituye un ejemplo de preservar al máximo posible la vida de las personas, sus bienes y los recursos de la economía nacional ante situaciones de desastre. Su Sistema de Defensa Civil, coordinadamente con las Fuerzas Ar­madas Revolucionarias y el Minis­terio del Interior y la Sociedad Nacional Cu­bana de la Cruz Roja. 

   

Paradigma en la reducción de riesgos y desastres, la pequeña nación caribeña enfrenta mediante su Sistema de Defensa Civil —casi anualmente y de manera exitosa— eventos hidrometeorológicos de envergadura, limitando el número de muertos. En este sentido también podría ayudar mucho con su experiencia a Perú (pdf).

No para copiarle, sino para entender que es posible para un país con pocos recursos reducir los riesgos de desastres. Y a través de la comprensión, mejorar sus propias capacidades para cumplir con las cinco prioridades del Marco de Acción de Hyogo (pdf), y reducir así las pérdidas que ocasionan los desastres.

país pequeño, con limitadas posibilidades económicas, la reducción de riesgo de desastres está integrada orgánicamente a la actividad del Gobierno y sus concepciones se basan en el aprovechamiento eficaz de los recursos ya existentes en cada lugar y su empleo inteligente y flexible. 

*Ernesto Ráez Luna es ecólogo y conservacionista, profesor de la Escuela de Economía y Gestión Ambiental en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya y exasesor de la alta dirección del Ministerio del Ambiente de Perú. En 2008 recibió el Premio Whitley a la conservación de la naturaleza.

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