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LA TECLA CON CAFÉ

Regreso a la ciudad más Clara

Regreso a la ciudad más Clara

 

22/10/2012 8:05:30

 

Por Mercedes Rodríguez García

No ha vivido Santa Clara mayor silencio ni más grande solemnidad. Ni más dolor peregrino y alegre que el de la vuelta concluyente a su ciudad centrada, radial, con luz de estrella alta que lo puso aquí.


Regresó en octubre de otro siglo el héroe que la desfloró en un ya antaño diciembre de metralla, proyectiles, humo. Novio del amanecer, amante del alba, guerrero de la noche. Viento y nube bajados en agosto desde la Sierra rebelde. Paladín bruñido atravesando el llano rumbo al occidente. Voz y mando reconocidos, jefe de indiscutibles hazañas insurrectas.

Hay quien dice que le habla, que percibe su jadeo por las calles. Como en el poema de Cintio, «otra vez al fragor de la batalla / lleno de luz el pecho, grave el ojo / de gaucho que a la muerte pone a raya». Hay quien dice que le llora, pues «aunque llorar es de humanos, es su rifle el que suspira del «Oriente al altiplano», como el verso de Guillén. Hay quien dice que le canta. Y no es extraño que entone una zamba a Santa Clara, «con redoble libertario», como cantó Víctor Jara: «Selvas, pampas y montañas/ patria o muerte su destino».

Destino guerrillero. Noticias preocupantes, contradictorias, dudosas. Circunstancias. ¿Una cicatriz en la mano, en el cuello, en  la pierna, en el rostro? Heridas de guerra. Fotos oscuras, borrosas. En una  camilla, de  cuerpo entero. Es el Che. Lo dijo Fidel. Lo musicalizó Silvio: «Se perdió el hombre de este siglo allí…» De mentiras lo incineraron. Para que no existieran dudas cercenaron sus manos. Le enterraron hondo para Guevara fantasma no saliera a recorrer el mundo. ¡Qué de miedos, caray!

De Santa Clara, ya antes se había despedido por escrito, en ocasión de retirarse con destino al nuevo cargo que la Comandancia General del Ejército Rebelde le ordenara asumir en La Cabaña. Y lo hizo, «con el sentimiento de dejar un lugar querido y profundos afectos personales», invitando al pueblo «a mantener  el mismo espíritu revolucionario para que en la gigantesca tarea de la reconstrucción también fuera vanguardia y puntal de la Revolución».

Luego volvió. Volvió. Y volvió hasta aprendérsela de memoria, de amor, en los comienzos, caminándola junto con Aleida; o siguiéndole a otros con sus pasos largos, rápidos, de palabra que ejecuta el mando; o cortos, apresurados, de ministro que llega a inaugurarle fábricas.

Y aquí lo tenemos. Desde hace15 años definitivamente vuelto. No santo, no varón, no infante. No en el bronce y el mármol escultóricos. No en el silencio del nicho. Tal vez en las flores húmedas de rocío. En un himno. En una marcha inmanente de percusiones andinas adoquinadas en el Parque, tres veces asaltado; liberado, una, a finales del año luminoso que vendría.

Entonces, aquí estás, Guevara americano; Guerrillero del hierro y de las balas. Fiel escolta de esta clara ciudad de muchos sitios, pregonero del valor, de los principios y el ejemplo.

Es tiempo de trabajo Che. Desde donde estés, vigila, alerta, critica, ¡cuida!

 

 



 

 

 

 

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