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LA TECLA CON CAFÉ

BASILIA: CON EL UNIFORME Y DE CUERPO ENTERO

BASILIA: CON EL UNIFORME Y DE CUERPO ENTERO

Quién no conoce, aunque solo sea por la voz amplificada desde el auto parlante o difundida por la radio, a la oficial de Tránsito en Santa Clara Basilia García Agüero? Pobre, negra y mujer, confiesa que nada bueno le depararía la vida si no llega aquel 1º de Enero de 1959. Sin la edad requerida, se va con las milicianas a hacer guardia. Próxima a cumplir los 45 años en la Policía Nacional Revolucionaria, le sobran condecoraciones y distinciones como para cubrirse el pecho de medallas. Sin embargo, nada la enorgullece más que el reconocimiento de su pueblo, que la eligió diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular. Toda una vida como agente del orden público, muy pocos reconocerían a esta capitana vestida para una fiesta, porque como ella misma dice, siempre suele andar vestida de policía, con el uniforme en la cabeza, en el cuerpo y en el corazón.

Por Mercedes Rodríguez García

Ha recibido 20 condecoraciones, incluyendo cinco Servicio Distinguido del MININT, y otras otorgadas por los CDR y la FMC, muy significativas para ella, porque es —afirma —como si el pueblo entero reconociera su trabajo.

De asuntos teóricos y prácticos sobre Tránsito no hay quien le haga cuentos. Y aunque su misión específica en caso de accidentes consiste en evitar la presencia inoportuna de curiosos que puedan entorpecer el trabajo de los investigadores, su asidua presencia en el escenario de grandes eventos la ha identificado, paradójicamente, más con la vida que con la muerte. «¡Cuánto dolor y sufrimiento no habré visto en tantos años de servicio! Por eso no me canso de alertar, de enseñar, de educar a la ciudadanía, pero sobre todo a los niños, adolescentes y jóvenes, que se han convertido en las principales víctimas de los sucesos en la vía», afirma.

-Cómo aprendiste a enfrentar la crudeza de ciertos accidentes?

-La fuerza de la costumbre, pero ni te creas. Cuando la reciente gravedad de mi madre, me fallaron el valor y la fuerza para enfrentar el dramatismo de una sala hospitalaria. Parecido me sucede ante el fallecimiento de niños porque un irresponsable violó las regulaciones establecidas, digamos, por conducir en estado de embriaguez.

-¿Un caso que todavía recuerdes?

-El de un panelito que se volcó en la Autopista y cayó desde el puente de Ranchuelo. Como ocurrió de madrugada, nadie pudo auxiliarlos. Los encontró un campesino cuando fue a ordeñar su vaca. Se mataron los cinco que venían, incluyendo un niño de siete años. Cuando llegó el forense determinó que todos sucumbieron al instante y que solo el pequeño quedó con algo de vida, y por eso pudo arrastrarse hasta el cuerpo de la madre. Lo encontramos muerto, con su manito en el pecho de ella.

-¿Cómo transcurre para ti un día normal de trabajo?

-Salgo de casa entre las seis y siete de la mañana, y no sé la hora de regreso. En nuestro trabajo predomina lo contingente.

-¿Algo que te haya ocurrido de forma inesperada?

-Había escapado de su jaula el león del Zoológico. Yo conducía y Heriberto, el actual jefe de Tránsito en la provincia, hacía la locución. Le pedía a la población que no saliera de sus casas. Bueno, subimos los cristales y nos preparamos por si saltaba la cerca. Al final lo capturaron, sin más percances.

-¿Y si la fiera, hambrienta como estaba, los atacaba? ¿Sentiste miedo entonces?

-No. Le temo más a un chofer indolente que a un animal fuera de control. Subimos los cristales del auto y nada más. Lo de nosotros era recorrer las inmediaciones y alertar a la ciudadanía para que se resguardara. Se trata de una labor de educación vial indispensable, que no todo el mundo sabe apreciar porque no tienen idea de cuántos percances evitamos al pedirle a un transeúnte que abandone la calle y camine por la acera, o al advertirle a un conductor que va contrario al tráfico.

-Pero a veces «suena» demasiado autoritario.

-Sí, y también le pongo multas a los transgresores.  Pero en este caso el tono de la voz, la forma en que proyectamos el mensaje constituyen recursos para hacer cumplir nuestra autoridad. Lo que no puede hacer ningún policía es comportarse de forma descortés ni faltarle el respeto a nadie.

-Ya no haces ese trabajo...

-Es una lástima, porque para mí es lo más lindo que se puede hacer en Tránsito. Lo recuerdo con mucho cariño, al igual que Nena, Andrea, Teresa, Lucía, Adalgisa, mis compañeras. Le poníamos alma, corazón y vida.

-Esos carros parlantes, ¿desaparecieron? Si es así, ¿por qué no rescatarlos ante el incremento de las indisciplinas sociales?

-No. Solo que ahora se llaman carros móviles y prestan, además, servicio de patrulla. Concuerdo con tu idea y así mismo lo he planteado en muchas ocasiones.

-El policía de Tránsito ¿corre menos riesgos?

-Los mismos que un policía del frente. ¿O es que piensas que no voy a intervenir en una bronca, en un accidente, en un robo si mi presencia en determinada zona coincide con algún hecho de este tipo? El policía es policía todo el tiempo, andes o no andes en funciones, con uniforme o sin él.

-Nunca te he visto sin uniforme...

-Pero me encanta vestirme elegante y ponerme zapatos de tacón alto, pintarme los labios y sombrearme los ojos, el pelo siempre bien arreglado. No, ¡nada de collares ni cadenas!, solo mi reloj y los anillos de compromiso. Yo traigo el uniforme en mi cabeza.

-Me contaron una anécdota tuya con un cochero un día que ibas a un acto, muy bien vestida...

-Cierto. Iba contra el tráfico por la calle Maceo. Casi me tira el caballo encima. Lo enfrenté de tal modo que me decía: «Pero, señora, ¡póngase para la acera que la va a matar un carro!» Y yo recriminándole y exigiéndole la patente una y otra vez. Hasta que le pregunté si no me conocía. Entonces me quité las gafas y lo miré bien de frente. Se moría de vergüenza. «Sí, ya sé, usted es Basilia; Basilia, la de Tránsito». Andaba muy apurada, así que le dije que me fuera a ver al otro día a la Unidad.

-Y hablando de calles congestionadas, ¿no han pensando en reordenar el tráfico vehicular en Santa Clara, bien complicado luego del cierre del Parque Vidal, al menos abrir las dos alas que desembocan en  las calles Cuba y Colón; en establecer pasos peatonales, las llamadas cebras, colocar semáforos en pasos estratégicos... ?

-En algún momento habrá que sentarse y tomar una determinación respecto al cierre del Parque. Lo demás responde a normas que manejan los especialistas en ingeniería de Tránsito. Pero también resulta muy importante educar a la población para que aprenda a comportarse, ya sea peatón, chofer o pasajero. En esto centro mi labor al frente de los seis círculos de interés que atiendo en el Palacio de Pioneros. 

-Hay que insistir mucho en ese sentido, con las comisiones de Vialidad y Tránsito, con las escuelas, con los medios de difusión...

-En un tiempo coexistieron muy buenos espacios televisivos, spots y hasta personajes como el Oso Prudencio. ¿Recuerdas cómo salía advirtiendo con voz grave y tan lenta como su paso bamboleante: «Eso no se hace, eso no se hace»?

-¡Claro, si era mi esposo disfrazado! Lo montaban en un carro y lo paseaban por toda Cuba.

-¿Cuándo lo conociste?

-En 1965, pasaba la Escuela de Tránsito en La Habana. Yo era auxiliar de la PNR, y él, mecánico de los carros patrulleros. Fue un noviazgo largo para hoy en día; muy bonito, un matrimonio que se ha mantenido contra viento y marea desde el 24 de octubre de1970, cuando nos casamos.

-Háblame de Basilia en su hogar, ¿qué labores domésticas te gustan más?

-Lavar, cocinar frijoles negros. Sí, me gusta la música, pero suave, no soporto las escandaleras. Veo poca televisión porque llego tarde y cansada. Sigo la novela y, cada vez que puedo, el NTV y las mesas redondas. Paseo poco, prefiero un buen libro para distraerme.

-¿Qué ejercicio te produce más placer, el de diputada o el de policía?

-Ambos. Policía porque lo he sido toda mi vida y diputada porque me hace inmensamente feliz, pues ello me permite transmitir en las sesiones en que participo, con respeto y sin temor, todo lo que pienso y siento, que no difiere en nada de lo que piensan y sienten quienes me eligieron.

-La Asamblea Nacional aprobará en julio la Ley 60 del Código de Vialidad y Tránsito, y como dijera Ricardo Alarcón de Quesada, presidente del Parlamento, ese día será la culminación de un proceso de levantamiento de la conciencia social sobre esta temática. Junto al incremento de las acciones preventivas, ¿no crees que la Ley debía ser más severa?

-Claro que sí. Apenas ha comenzado el año y ya, solamente en Santa Clara, se han producido 49 defunciones por accidentes del tránsito.

-¿Por qué no te has jubilado?

-Me lo han sugerido, pero no, trabajaré mientras me asistan fuerzas, ánimo, capacidad y lucidez. Todavía hay mucho por hacer en mi trabajo de prevención y educación vial.

-¿Qué te queda por hacer? ¿Planes inmediatos?

-Seguir enseñando, seguir educando. Ver a mi hija graduada de abogada. Luchar, luchar por mis tres hijos, mis dos nietas, mis padres, mi familia, mis electores, mi pueblo, que lo es todo para mí.

-Con el tiempo que llevas en el Ministerio del Interior, Basilia, ya podías ostentar un grado superior.

-Desde 1969, cuando me entregaron los de sargento, he pasado por todos, hasta que en 1998 me ascendieron a capitana y hasta el día de

hoy: ¡feliz y contenta con la satisfacción que produce el cumplimiento del deber!

-¿Y no piensas en llegar a mayor?

-Si me alcanza la vida, tal vez, pero ello depende del MININT.

-¿Y post mórtem?

-¡Jamás! Todas las alegrías, reconocimientos y recompensas que me las den en vida. No reclamo ni mendigo nada. Quiero viva lo que me merezco por mi trabajo y mi incondicionalidad a Fidel, al Partido y a la Revolución. Y si a alguien se le ha ocurrido cosa semejante... Mira, deja eso, ¡me muero de capitana!

-¿Con el uniforme en la cabeza?

-Y en el cuerpo, que para eso lo he sabido llevar.




 

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