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LA TECLA CON CAFÉ

Entre fuego, viento, agua y dolor ajeno

Entre fuego, viento, agua y dolor ajeno

 

sábado, 6 de junio de 2009
8:55:24 a.m.

Con el inicio de la temporada ciclónica permanecen activados los órganos de dirección del dispositivo de defensa territorial, En este combate contra las fuerzas de la Naturaleza, participan hombres imprescindibles. Uno de ellos, el capitán Julio Alfonso Padrón, Jefe del Comando Santa Clara de Protección contra Incendios, ofrece pareceres y narra interesantes anécdotas de toda una vida...

Por Mercedes Rodríguez García 

Aunque de niño le gustaba tirarse a nadar en los ríos crecidos y competir con otros de su edad a ver quién lograba atravesarlo a contracorriente por su tramo más corto, hoy comprende la tremenda imprudencia de lo que hace solo un par de décadas atrás consideraba una gran diversión, una locura por la que un día recibió un fuerte castigo del padre y una generosa reprimenda de la madre, quien nunca ha perdido el susto por el hijo que tantas veces enfrenta el peligro.

-¿Entonces lo de bombero te entró por el agua?        

-Sí, porque de joven se es muy dinámico, propenso a la aventura, a los riesgos, al peligro. Me captaron en el Servicio Militar. Recuerdo que me preguntaron si sabía nadar, si le tenía miedo a la altura. ¿Yo, nacido y criado en el campo? Pues entre decenas que expresaron su disposición y anotaron en una lista, solo me escogieron a mí y a cuatro compañeros más que estimaron aptos para la técnica de rescate y salvamento. Desde entones me mantengo en este comando.

-Y lo del fuego, ¿por las películas?

-No. De muchacho no tenía afinidades motivacionales ni muchas oportunidades para ir al cine. Después sí he visto muchas películas y otros materiales audiovisuales como parte de la preparación contra incendios. Me impactó «Infierno en la Torre», muy buena. Sin embargo no todo lo que se hace para el cine o la televisión posee la mejor factura. Es el caso de la telenovela cubana «Historias de Fuego» que no me dejó insatisfecho pero de la cual, honestamente, esperaba menos convencionalismos y más atrevimiento.

-¿Qué prefieres, un bombero cauteloso o uno arriesgado?,

Es bueno meditar pero no al extremo. El mejor bombero posee entre sus características la explosividad, la rapidez y la seguridad. El paradigma es difícil de encontrar, pero todos hacen falta.

-¿Lo mismo uno alto y fuerte como tú, que otro de complexión menuda?

Exactamente. El primero puede cargar a una persona durante una evacuación, pero el segundo resulta ideal para penetrar por un agujero. Aquí no decide la constitución física sino el valor, porque a la hora de enfrentar el peligro todos nos convertimos en gigantes.

-¿Miedos, temores, nerviosismo?

-Unos más que otros, sobre todo al principio, a la hora de bajar por el tubo, de montarse y salir disparados en el carro, de adentrarse entre el humo y la candela, de asistir a lesionados en accidentes de contemplar un cadáver descompuesto....

 -Pero los superan, ¿cierto?

A fuerza de costumbre, pero además con mucho apoyo psicológico Tuve el caso de un compañero que sacó a un lesionado grave de entre las ruinas de un derrumbe, y luego me lo encontré llorando en un rincón.

-¿Lo más importante en este oficio?

-Saber lo que se hace y porqué se hace: los errores se pagan caros.

-¿La mayor alegría para un bombero?

Llegar a tiempo, salvar una vida, el reconocimiento y la admiración de que goza entre la población... 

-¿Y lo más aburrido?

-Paradójicamente, no tener salidas. Aunque en realidad disponemos de poco tiempo para aburrirnos porque la preparación es contante, ya sea teórica o práctica.

-La propia forma organizativa de estas unidades, su estética, su limpieza también ocupan a los combatientes...

-No concibo a un bombero desordenado. ¡Dime tú que suene la alarma y la capa ande por un lado, y el casco y las botas por otro!, o que a esa hora el carro se ponche o no arranque.

-¿Qué pasa con los remolones?

Los hay, pero enseguida cambian. Cuando accionamos el timbre las luces del albergue encienden automáticamente. Se crean reflejos que perduran. Sales de pase, estás en tu casa, escuchas el despertador del reloj sobre la mesita de noche y saltas a vestirte.

-¿Recuerdas tu primer trabajo?

-El rescate de un ahogado en la presa Alacranes.

-¿La segunda?

-Una madrugada de abril de 1991. La mayor catástrofe ferrocarrilera de los últimos años dada la violencia del descarrilamiento de los coches del tren de pasajeros Habana-Santiago de Cuba.

-Lo recuerdo, enseguida llegaron Fidel y Raúl...

-Cuando llegué al lugar, entre las comunidades rurales Parajito y La Copa, en Manacas, no podía creer lo que estaba viendo. Ya dentro de los coches, avanzaba con dificultad, a oscuras, entre aquel amasijo de asientos, equipajes, hierros retorcidos, y no pasaba un minuto sin que tropezara con los cuerpos atrapados, sin vida o mutilados, de los pasajeros. Más de medio centenar de víctimas y centenares de lesionados de casi todas las provincias del país.

-Pero el bombero debe ser fuerte de nervios y espíritu...

-¡Nos enfrentamos a tantas adversidades! Y, lamentablemente, las desgracias de los demás constituyen nuestro trabajo. Después de aquel drama humano, uno se vuelve mejor persona y hasta siente satisfacción y alegría por algunos casos específicos.

-Ponme un ejemplo.

-Un día me dicen que un hombre preguntaba por mí y por otro compañero de Placetas, de apellido Medina, para conocernos y agradeceros el que estuviera vivo. No retengo su nombre, pero sí que vivía por un campo de Cifuentes, creo que llamado Maguaraya. Venía con su prótesis. Cuando el accidente del que te hablé, era cadete de la Escuela Interarmas Antonio Maceo. No he vuelto a saber más de él.

-¿Alguna anécdota que pueda servirle de lección a los que hacen caso omiso durante la temporada ciclónica del viento, los ríos crecidos, los peligros de derrumbes, las descargas eléctricas, los escapes de gases tóxicos o de combustibles?

-En noviembre de 2001, cuando nos azotó el huracán Michelle me encontraba de guardia y escucho a Abel Falcón reportando que en aquel mismo momento se había derrumbado el techo de la CMHW. Pensamos que había gente atrapada y salimos de inmediato. Tuve que ponerme fuerte con los compañeros para convencerlos de abandonar inmediatamente el lugar, en particular con un trabajador que, apoyado sobre una viga caída trataba de derrumbar a patadas una puerta para sacar documentos y equipos. Pues lo cogí por el cuello de la camisa y casi que lo levanto en peso. De haber logrado su propósito el techo completo se habría venido abajo y no viviéramos para hacer el cuento.

¿El fuego más complejo en el que hayas participado?

-El de un tren que transportaba diesel y gasolina, en Castaño, entre Esperanza y Ranchuelo. Comenzamos a luchar contra las llamas sobre las dos de la madrugada y terminamos cerca de las 12 del día.

-Pensé en alguno forestal, duran hasta semanas...

Su magnitud depende de la masa boscosa, de la velocidad del viento. Desde todo punto de vista resultan muy costosos. Proliferan durante la sequía y muchas veces se deben a imprudencias del hombre.

-Entre los incendios que han conmovido al mundo, ¿cuál tienes como referencia y por qué?

-Por sus proporciones e implicaciones políticas, el de las Torres Gemelas de Nueva York. Me sentía tan, pero tan tenso y conmovido como si estuviera allí. Entre nosotros no se hablaba de otra cosa. Muchos colegas murieron y merecen nuestro respeto y admiración.

-A tu familia, ¿le gusta lo que haces?

-Lo acepta sin remedio, mis padres nunca pierden el temor por lo que hago. Para ellos sigo siendo un hijo atrevido. .

-¿Alguien que te siga los pasos?

-Tengo dos hembras, Dayamí y Beatriz, y este oficio resulta muy fuerte para las mujeres.

-No abundan, pero las hay.

-Aquí nada más conozco una y trabaja como inspectora. A Dayamí, la mayor, solo le gusta el traje.

-¿Es esa que está en la foto?

Sí, fue cuando la reinauguración de esta unidad, el 11 de mayo pasado, luego de una reparación capital.

-¿Y Beatriz?

 -Nada más tiene de ocho años, le encantan los bomberos, pregunta mucho y siempre está pendiente de lo que hago.

-¿Tu lema?

-Quien no vive para servir, no sirve para vivir.

 

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