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LA TECLA CON CAFÉ

Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti Farrugia

Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti Farrugia



El fallecido escritor uruguayo Mario Benedetti, dueño de una vasta obra literaria y periodística, nació el 14 de septiembre de 1920 en Paso de los Toros, Tacuarembó.

Fue inscrito como Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti Farrugia. Brenno era también el nombre de su padre, el de su abuela y varios tíos. Un distintivo familiar, algo así "como una marca de fábrica", en palabras del propio narrador.

A los cuatro años, por dificultades económicas, la familia se trasladó a Montevideo. Cursó estudios en un colegio alemán, donde aprendió el idioma.

En 1933, por decisión de su padre, abandonó ese centro -en el cual se había impuesto el saludo nazi-, y terminó su preparación en un liceo.

Comenzó a trabajar dos años después en Will L. Smith, donde permaneció hasta 1939 y desempeñó varios oficios, desde cajero, contador y vendedor.

Después se trasladó a Buenos Aires. Subsistió con empleos menores, poco remunerados.

En esa etapa conoció a Luz, quien sería su futuro esposa, y adquirió un hábito que lo acompañaría toda la vida, el de la lectura, que alimentó con sesiones diarias en la plaza San Martín de la capital argentina.

Fue un lector compulsivo aunque tuvo que conformarse con libros de bolsillo, los únicos a su alcance por esa época.

De regreso a Montevideo, consiguió un puesto como funcionario de la Contaduría General y ascendió gradualmente. Realizó, a la par, otros trabajos, para redondear su salario.

Contrajo el tifus y perdió 14 kilogramos de peso. En esa etapa se consolidó su relación con Luz, quien lo visitó con frecuencia -pese a las prohibiciones médicas-, durante los dos meses que permaneció recluido.

Hasta ese momento no hubiera creído que fuese tan tierna, inconsciente y osada, diría después Benedetti. El 23 de marzo de 1946 contrajeron matrimonio. "Tardé seis años en decírselo -contó luego- y ella un minuto y medio en aceptarlo".

En 1947 viaja con sus suegros a Europa y escribe La víspera indeleble, de la que no vendió ni un ejemplar, pero le ganó el elogio del poeta Juan Cunhan, quien le comentó: es un mal libro de un buen poeta.

La frase obró como un estímulo para el segundo intento, Solo mientras tanto, del que vendió nueve ejemplares. En 1949 debutó como cuentista con Esta mañana, en el que empiezan a surgir los personajes que habitarán su universo narrativo.

Dos influencias fueron decisivas en el rumbo de su carrera literaria: Italo Svevo, en la prosa, y César Fernández Moreno en la poesía.

En 1953 aparece su primera novela, Quien de nosotros, casi inadvertida hasta que llegó La tregua, que indujo a críticos y lectores a volver la vista atrás para reparar en aquella obra primeriza. Sin abandonar su empleo como funcionario, inició sus colaboraciones con el semanario Marcha.

Como poeta, el éxito tocó a sus puertas con Poemas de oficina, un clásico que conserva su vitalidad indemne y le ganó legiones de admiradores desde su salida de imprenta.

El exito del poemario en su país lo explicaría irónicamente Benedetti con una frase cáustica: "Uruguay es la única oficina que ha conseguido el estado de República".

El año 1959, el triunfo de la Revolución cubana, dejó una huella definitiva en su trayectoria política. La definió de esta manera: "Fue un sacudón que nos cambió todos los esquemas y que transformó en verosímil todo lo que entonces había sido un sueño".

"Hizo que los intelectuales buscaran y encontraran, dentro de su propia área vital, motivaciones, temas y hasta razones para la militancia".

A raíz de esa experiencia escribió también su primer texto comprometido, El país de la cola de paja.

En el mismo año 1959 viajó a Estados Unidos, a contramarcha de las reticencias del gobierno norteamericano a concederle el permiso de entrada. Tuvo que firmar que no mataría al presidente.

En esa  fecha dio a luz a sus cuentos agrupados en Montevideanos, que gozó de un gran éxito desde el inicio. Su consagración definitiva entre los lectores y la crítica, fue con la novela La tregua, equivalente a una corona de laurel sobre sus sienes.

Los años 60 devinieron, para el escritor un período de intensa participación en la literatura, el periodismo y la política. Lideró el Movimiento de los independientes del 26 de marzo, germen del Frente Amplio, una alternativa a los dos partidos tradicionales, el blanco y el colorado.

El golpe de estado ocurrido en su país, lo obligará al exilio en países como Argentina, España y Cuba. A esta última llegó invitado por la fundadora de Casa de las Américas, Haydée Santamaría.

Dejó en la isla recuerdos imborrables. Vivió en La Habana y colaboró con la Casa, se codeó con Julio Cortázar y Gabriel García Márquez, también con su coterráneo Eduardo Galeano. Escribió y cultivó amistades. Se convirtió en un habanero más, sólo que con acento uruguayo.

Luego se fue con Luz a Palma de Mallorca, empezó a colaborar con el diario El País y a estabilizarse económicamente. En 1983, tras 10 años de exilio -cuyas heridas quedarían reflejadas literariamente en Primavera con una esquina rota- inicia su desexilio.

Una buena parte de los últimos tiempos vivió entre España y Uruguay, atrapado entre sus dos grandes pasiones, la literatura y un periodismo manejado con pulso certero, de alto vuelo y con el dedo puesto en la llaga de los problemas, de las contradicciones del mundo en el que vivía inmerso.

Ya en la etapa postrera de su vida, se refugió en el Montevideo, en el Uruguay que es la sustancia misma y la universalidad de su literatura.

Siguió escribiento hasta el último minuto con la misma pasión y la devoción de un orfebre. Para él, la literatura y el olor a la letra impresa equivalían al hálito mismo de la vida.

No concibo los escritores, dijo una vez a Prensa Latina, encerrados en una capilla, en una cúpula de cristal, inmunes a la realidad de la que son parte. Inmerso en esa realidad, a cuyas más justas y nobles aspiraciones servía, vivió hasta el último respiro de sus 88 años.

 

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