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LA TECLA CON CAFÉ

Sin distanciarlos «ni un tantito así»

Sin distanciarlos «ni un tantito así»

 


15/06/2012 6:22:23

 

Por Mercedes Rodríguez García

 

Ya otros lo han dicho y acuñado con su prestigio intelectual: el  significado  profundo  del  legado de los héroes estará renaciendo  mientras en el mundo existan injusticias, desigualdades  y  privilegios. Tal es el caso de Antonio Maceo y Ernesto Guevara.

 

Nacidos ambos un 14 de junio, no deja de ser estereotipado continuar juntándolos por, solo y en cada «fecha de nacimiento», pues la efeméride resulta insuficiente por sí sola para referirnos a quienes por sus hazañas y virtudes adquieren la dimensión de héroes, casi siempre sostenidos por las armas con las que lucharán hasta encontrar la muerte.

Es todos los días, al rastrear en el conjunto de los acontecimientos ocurridos a una persona a lo largo de su vida o en un período de ella, que saltan las mejores coincidencias. Luego se contarán, narrarán, describirán y publicarán, con la impronta de quien la escriba y bajo la lupa tendenciosa de los intereses de cada cual.

Mucho se ha escrito en Cuba acerca de Maceo y Che, y a veces hasta me han parecido redundantes algunas de las coincidencias, por lo que me siento incapaz  de establecer coexistencias entre el Titán y el Guerrillero, so pena de repetir lo ya dicho.

Sin embargo existe un aspecto sobre el que quisiera comentar: la insistencia del adversario ideológico que se empeña, entre otras cuestiones, en dar como «obsoleto el carácter armado de la lucha revolucionaria», llevada a la práctica por Maceo y Che de manera tan consecuente y brillante.

Y fundo mi interés en el por qué y el para qué lo hacen ahora con el Che, del mismo modo que otrora lo hicieron con Maceo sus detractores. No veo otra intención que deformar el pensamiento y la obra del revolucionario, segmentando al combatiente del organizador; al estadista, del ser humano integral y social.

A Maceo intentaron enfrentarlo a otros jefes de la revolución, del mismo modo que persisten en presentar un Che distanciado de la dirección revolucionaria,  esa que él contribuyó a crear y de donde emergió como cuadro y dirigente.

Maceo no fue un empirista ni un pragmático con solo «fuerza en el brazo», desprovisto de cualquier nexo con la teoría. Cierto que por sus méritos en el campo de batalla ascendió de soldado a lugarteniente general. Predominaba la idea del guerrero lleno de heridas, llegándosele a describir con el uniforme manchado por la sangre.

Al Che se le tilda de «guerrero puntual», cuando fue todo un combatiente en un proyecto por la transformación mundial;  se le acusa de militarismo, de mesianismo convirtiéndolo en mito, en una imagen a la cual se reverencia con la siempre «atinada» acotación  «independientemente de sus ideas» o «a pesar de ellas».

¿El plan? En otro siglo, sin diferenciar los 83 años entre el nacimiento de uno y del otro, parece el mismo: desmoralizar y desmovilizar al enemigo. Desvirtuar la imagen ha sido la gran consigna de guerra.

En época de Maceo no existían la televisión ni el cine, por ello sus enemigos solo pudieron utilizar la caricatura como  expresión del ridículo, mostrándole exageradamente grande, forzudo, simiesco, machete pavoroso a la cintura. 

Para con el Che Guevara  ha funcionado —¡y de qué manera!— el poster , lo mismo de un melenudo con boina que la de un Cristo secularizado, inalcanzable, bello, celestial, y por lo tanto ineficaz para la cotidiano- real.

Pudiera analizarse la obsolescencia del carácter armado de la lucha revolucionaria, como mismo fundamentarse y esgrimirse que la batalla contemporánea es de pensamiento y habrá que ganarse a pensamiento. (Dejo eso a filósofos, estrategas y politólogos).

Hombres de pensamiento y de acción, la herencia de Maceo y Che resulta altamente aprovechable, dado  el valor que  tiene el ejemplo  del sacrificio  en  la  lucha  por  una  aspiración  política, social y moral más alta.

Si bien el legado de los héroes estará renaciendo mientras en el mundo existan injusticias, desigualdades y privilegios, no nacen todos los días un Titán de Bronce ni un Guerrillero Heroico.

Los acontecimientos dictan no discriminar métodos ni descuidarse ni distanciarlos «un tantito así».

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  


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