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LA TECLA CON CAFÉ

CUATRO PRELUDIOS PARA UN COMBATE FINAL

CUATRO PRELUDIOS PARA UN COMBATE FINAL

25/12/2010 23:59:07

Por Mercedes Rodríguez García

En diez días las tropas del Che y del Directorio le arrebataron a la dictadura un territorio de más de 8 000 kilómetros cuadrados con casi un cuarto de millón de habitantes; habían tomado 12 cuarteles al ejército, la guardia rural, la policía y la marina en ocho pueblos y pequeñas ciudades, entre ellos Placetas, Manicaragua, Remedios y Caibarién, se acerca la hora de Santa Clara.

Transcurre la penúltima semana de diciembre y con ella agoniza el postrero diciembre batistiano. El conflictivo ambiente en Columbia mantiene encendida las ventanas del cuartel general de la tiranía. Las noticias que llegan resultan preocupantes y desalentadoras.

En la tarde del domingo 21, entre el ulular de las sirenas de las ambulancias que evacuaban heridos y el saludo sombrío de los que regresan de haber visto de cerca las primeras grietas del derrumbe, el general Tabernilla recibe en su despacho al mayor general Eulogio Cantillo Porras, recién llegado a bordo del vuelo FAE 208.También está presente, junto a otros oficiales, el general Del Río Chaviano.

Tabernilla: ¿Cómo marcha la guerra?

Cantillo: Terriblemente

Tabernilla: Pronto saldrá el tren blindado con hombres y armamento suficientes para Las Villas.

Cantillo: Tenemos que recuperar en horas o días la iniciativa militar. Nuestras tropas han perdido la disposición combativa. Cada vez que enviamos un batallón a la Sierra nunca encuentran un rebelde; se envía una patrulla y los rebeldes nos matan a dos o tres.

Tabernilla: ¿Entonces qué: rezamos para que se nos conceda un milagro?

Cantillo: Si funcionara, creo que sí. Santiago está punto de caer en manos de los rebeldes. Es realmente inquietante el envalentonamiento de Fidel, la euforia de la gente que lo respalda, la estampida de nuestros soldados derrotados…

Del Río: A mis tropas en Las Villas le hacen falta más armas y municiones para enfrentar el avance rebelde.

Mientras tanto en la región central del país los rebeldes toman posiciones para el asalto final. En Cabaiguán, al saltar por una azotea, el Comandante Ernesto Guevara tropieza y cae sobre su brazo izquierdo pero se levanta de inmediato.  El fuerte dolor le advierte una fractura. Luego de ser enyesado, obviando la extremidad en cabestrillo, continúa combatiendo.

Camilo marcha hacia Yaguajay, se pelea en Santi Spíritus y las fuerzas del Directorio Revolucionario rodean Manicaragua

Desde el Tercer Regimiento «Leoncio Vidal», en Santa Clara, solicitan con urgencia y desespero la intervención de la fuerza aérea sobre Remedios y Caibarién, donde las instalaciones del ejército comienzan a sentir ya la presión de los rebeldes. Pero Columbia no está en condiciones de enviar más suministros bélicos ni tropas de apoyo.

DE NAZARENO A LOS ELEVADOS

En Nazareno, a unos 22 kilómetros de la Villa de los Laureles, se dan las precisiones para el ataque. La madrugada ampara a los grupos rebeldes que se van infiltrando en los alrededores de Atraviesan cercas de alambres, potreros y callejones para adentrarse en las los barrios.

La gente del Pelotón Suicida avanza con la ayuda de un guía del Directorio. Otros van amontonados sobre vehículos, formando agrupaciones difíciles de controlar desde el punto de vista militar clásico.

A las 04:30 horas comienza el combate dentro de la ciudad. A las 07:30 el Che llega el Che en un jeep. En el hotel Las Tullerías prepara que le habiliten la habitación 6 como dormitorio y la 22, como lugar de trabajo. Desde esta última planearía el asalto a la ciudad de Santa Clara.

En los elevados el combate arrecia. Los soldados allí atrincherados disparan sin cesar con una ametralladora calibre 30. No obstante la posición ventajosa y el considerable poder de fuego, los rebeldes logran vencerlos. Luego caería el cuartel y, por el mediodía, los demás puntos de atrincheramiento de las fuerzas batistianas: el Ayuntamiento, el teatro Caridad y la Colonia Española.

En tanto los estrategas de la guerra perdida trazan los planes de evacuación, un radio procedente del Regimiento «Leoncio Vidal», en la capital provincial los desanima:

«Esta jefatura ha tenido conocimiento que el pueblo de Placetas ha sido tomado por forajidos, sin que se conozca la situación del personal de la Policía Nacional y el Puesto de la Guardia Rural, cuya fuerza se encontraba al mando del Comandante Ricardo Pérez González. Asimismo se ha podido conocer que el Che Guevara se encuentra arengando a una gran multitud en el referido pueblo para que en la noche de hoy se dirijan a la ciudad de Santa Clara».

El grueso de la columna 8 ha salido para atacar Remedios, situada a 22 kilómetros al nordeste y a nueve de Caibarién.

LOS TURRONES DE LA LIBERTAD

En Manicaragua bombardea la aviación batis­tiana. Bajo el ametrallamiento los rebeldes toman posiciones tratando de rodear el cuartel, que resiste. Hay que evitar derrama­mientos de sangre. La y la dirección de la guerrilla entabla conversación con el cura del pueblo para que éste trate la rendición con el jefe del puesto.

Han pasado unas cuantas horas desde las seis de la mañana cuando entraron al pueblo. El parque rebelde escasea, en tanto los guardias contaban con una buena provisión, aunque carecían de moral. El jefe de la instalación no se da por vencido y piensa en cómo salir de aquello.

—Vamos, vamos, hay que intensificar el fuego de nuestra parte...

Da la impresión que al cuartel le han prendido candela. Lo cierto es que una gran cantidad de balas comienza a explotar y la solda­desca huye por el fondo, evitando así la captura «in situ». Posteriormente sería detenido, y ejecutado por sus crímenes.

Eran ya las seis de la tarde. Manicaragua estaba bajo el control de los rebeldes. En un portal de las Cuatro Esquinas, tumbados en el suelo, dos rebeldes conversan sobre los destinos del cargamento ocupado a una rastra días antes:

—Oye, Gallego, mañana es Noche Buena... ¿No crees que es buena la idea de repartir los turrones de la rastra entre la población?

— ¡Claro, compadre, esos son los turrones más sabrosos que nos vamos a comer...!

— ¡Segurito que sí, mi hermano!

Dos horas antes  el tren blindado había partido de los talleres ferroviarios de Ciénaga. Durante el trayecto, entre Manacas y Cascajal, se proyecta contra el coche explorador. No se trata de un simple accidente debido a la falta de pericia del maquinista, sino de un sabotaje preparado por los obreros ferroviarios que estaban comprometidos con el movimiento revolucionario.

LA MEJOR PARRANDA

A unos tres kilómetros de Remedios, en un punto conocido por Puerta de Hierro, el Che ultima detalles del ataque a la Octava Villa. Bajo una frondosa arboleda el jefe de la columna 2 reitera las órdenes:

—Zayas, lo tuyo es cercar el hospital, la cárcel y el juzgado; las tropas del Vaquerito se situarán en los alrededores de la Jefatura de Policía y del Ayuntamiento. Romerio, tú  por los alrededores del cuartel de la Guardia Rural, a la entrada de la ciudad…

Sobre las 04:40 comienza el fuego de fusilería y se entabla fuerte lucha con el enemigo. El temerario capitán Roberto Rodríguez dispara constantemente en un ir y venir del portal de la academia Bilbao a la estatua del parque La Libertad. En el cuartel, la estación de policía y el Ayuntamiento se combate fuertemente.

El Che se mueve por distintos puntos del escenario Bélico. En pleno combate se encuentra dormido a uno de sus soldados:

— ¡Cómo es posible! Ahora mismo ¡póngase de pie y explíqueme cómo es que usted puede conciliar el sueño bajo tanta metralla…!

—Comandante, es que dejé escapar un tiro y me desarmaron.

—Entonces gánese otro fusil yendo a primera línea, si es capaz de hacerlo.

Desde el tejado de la iglesia llueven los cocteles Molotov, que van chocando contra las paredes, puertas y ventanas del Ayuntamiento hasta que se levanta y voraz incendio que obliga a los policías a rendirse.

Sobre la una de la tarde el pueblo se lanza a las calles. Por una de ellas avanza un jeep con oficiales batistianos prisioneros. Detrás del vehículo, más vencida que humillada, ¡arrastrada!, la bandera del 4 de Septiembre. La libertad se abre paso. Se grita y se canta en la mejor de las Parrandas.

¿USTEDES QUIEREN SEGUIR PELEANDO?

El mensaje le llega la noche del 25: «Preséntese de inmediato ante el capitán Guille». Y Máximo García parte al encuentro del jefe de pelotón de la columna 8, acampado en las proximidades del reducto de la Guardia Rural en Caibarién.

—Es necesario hacer un buen reconocimiento en la zona y adivinar cómo puede actuar el enemigo.

—Despreocúpese, Capitán, ¿cuál es el plan?

— ¿El plan? Si fuera por mí le metería mano ahora mismo, pero la ordene del Che es comenzar mañana a las cinco de la madrugada.

La Marina fue tomada sin mucha resistencia, prácticamente con un tiro que se le escapó a un rebelde. Hasta allí llegó El Vaquerito a parlamentar con el jefe del puesto.

—Ríndase, teniente Aragón.

—Yo no puedo tomar esa decisión.

—Y ustedes, soldados con honor, ¿quieren seguir peleando?

Algunos titubean y otros preguntan «cómo sería la cosa»

 

—Sus familiares están afuera, lo mejor que hacen es deponer las armas, ustedes saben bien que la causa que defienden no es justa.

Entonces Aragón riposta al Vaquerito:

— ¡Pero usted está incitando a mis soldados a la sedición!

—Piense lo que quiera, yo le doy 15 minutos para que me de una respuesta.

Si en otros momentos de la guerra el jefe del Pelotón Suicida le daba por retar a las balas, en esta ocasión decide algo bien diferente:

—Estoy muy cansado, teniente Aragón, así que mientras usted decide con su gente, yo voy a tirarme un rato en esa litera.

Y se tumbó en la misma cama del jefe del puesto naval. Tranquilo dejó pasar el tiempo. Un grupo acordó continuar peleando. Pero aquel gesto temerario del valiente capitán rebelde actuó sobre la conciencia y la baja moral de los soldados, quienes no tardaron en rendirse.

Cuando llegó el, trató cortésmente al oficial de la Marina y de seguido levantó acta:

«En la ciudad de Caibarién a los veintiséis días del mes de diciembre1958, ante mí, Comandante Ernesto Guevara, jefe de la región de Las Villas, comparece el teniente de navío Luis M. Aragón García, jefe del puesto naval de Caibarién, ocupado en la noche de ayer por el ejército Revolucionario del 26 de Julio, con el objeto de acogerse a la libertad en territorio libre que le ofrecido.

«En este acto, el teniente de navío Luis M. Aragón García es puesto en libertad por el Comandante que suscribe, firmándose para constancia la presente diligencia en la fecha arriba indicada.»

La pérdida de esta posición privó a las fuerzas del Regimiento 3 «Leoncio Vidal» de la conexión marítima más importante en la costa norte. El cerco al cuartel de la Guardia Rural se cerraba. Placetas era cruelmente bombardeada. En las inmediaciones de la loma del Capiro, el convoy blindado estaba detenido. Santa Clara, como único bolsón batistiano iba quedando aislada, a la espera del inminente combate final.

 

 

 

 

 

 

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